El mundo ya no va ser igual (Parte 5)

Cuarentena, deuda y pos-pandemia.
La política frente a la incertidumbre y la complejidad.

Por Daniel García Delgado

Director del área Estado y Políticas Públicas de FLACSO Argentina

 

Introducción

De a acuerdo a Niklas Luhmann[1], la principal tarea de la política es reducir la incertidumbre. Eso es claro. Pero ¿cómo es posible hacerlo cuando la excepcionalidad de los acontecimientos aumenta y cuando la incertidumbre no solo se produce en el espacio nacional sino también global? La política en un mundo de incertidumbre. La pandemia ha trastocado todas las cosas, incluso las teorías económicas y políticas. Se presentan varios caminos posibles para enfrentar la recesión económica, en un escenario de nuevo orden mundial en el que no es posible saber si la salida será progresiva o regresiva. Como señala Luhmann, cómo “empezar el futuro”, nos abisma a una experiencia perturbadora de desfuturización en nuestra actualidad. Y donde muchos analistas económicos pronostican una Gran Depresión superior a la del ‘30, una crisis de oferta y demanda asociada a deudas fiscales, a caídas de los PIB, a procesos de proteccionismo, desglobalización y deslocalización entre los Estados Unidos y China, y un probable aumento de este conflicto (Roubini, 2020).

Este año 2020, escenario de incertidumbre y de complejidad, la humanidad enfrentaba ya previa a la pandemia un fuerte desafío frente a la cuarta revolución industrial y la introducción de tecnologías de ruptura. Esta revolución tecnológica que abarca amplios campos, como la inteligencia artificial (IA), la robótica, la impresión 3D, la nanotecnología, la biotecnología, la ciencia de materiales, el almacenamiento de energía y la computación cuántica, constituyen un tiempo orientado a tecnologías de ruptura que ponen en cuestión el futuro del trabajo. En el marco de este contexto de incertidumbre y complejidad, la política debe hacer frente, por un lado, a un enemigo invisible y global como el virus que agiganta los temores y las políticas de emergencia. Por otro lado, debe hacer frente a la restructuración de la deuda heredada por el anterior gobierno y, finalmente, a considerar la pos-pandemia, el poder recomponer una economía devastada y generar consensos amplios para hacerlo, así como enfrentar los intereses y lobbies de las elites.

  1. Cuarentena: entre la ‘reapertura progresiva’ y abrir la economía a cualquier costo

“La pandemia de Covid-19 ha arrojado una sombra sobre casi todo el mundo, pero las tensiones y tragedias que provoca en cada país y comunidad son muy diferentes. El virus ha revelado y exacerbado las desigualdades y fracturas preexistentes en todas nuestras sociedades. El apoyo del gobierno en algunos países ha significado que las familias pueden permitirse el lujo de cerrar, al menos por el momento. En muchos otros, ha exigido la elección imposible de arriesgar la vida o el sustento. Después de que la crisis de salud disminuya, la crisis económica en muchos países del Sur global corre el riesgo de ser el tsunami mucho mayor.”

UNRISD, mayo 2020

En la primera apertura de la cuarentena se juega mucho. Si se hace bien y se mantiene un nivel de enfermedad controlable, se irán cumpliendo las expectativas de una salida privilegiando la salud y a los más vulnerables, asistiendo a su vez a la economía para que no caiga completamente. El virus está contenido, pero no está controlado. Esa es la realidad de la reapertura segmentada donde los grandes núcleos urbanos de CABA y AMBA quedan fuera. Pero, como en todo, hay dos posiciones encontradas de cómo debe ser esta decisión. La del macrismo residual y la del gobierno. La de abrir “el grifo” sea como sea, y la del equilibrio de no perder vidas y mantener vivos el empleo y las empresas. Entre una ética de bien común y una utilitarista del interés particular de los grandes jugadores que forjaron el modelo macrista y la que privilegia la salud a la rentabilidad del capital[2].

Recuperación del Estado y de la política. Lo cierto es que la salida de la cuarentena es a la vez un problema científico, político y ético. ¿Cómo se sale de la misma, al menos mientras no se tenga la vacuna? En la carrera entre el Covid-19 y la economía, ya luego de pasada una larga cuarentena de aislamiento social, se abre un camino a lo Bolsonaro (“La libertad vale más que la propia vida”), o desde una perspectiva ética (“entre la economía y la salud, elijo la salud”, de Alberto Fernández). En todo caso, en este último camino se propone encarar una reapertura progresiva. Contrastan así un humanismo que privilegia la salud y un utilitarismo darwinista que privilegia la “inmunidad de rebaño”. Asimismo, dentro de la primera se plantea cuál es el momento prudente para empezar a flexibilizar la cuarentena en una sociedad que empieza a dar síntomas de agotamiento por el encierro y por la declinación económica.

Para la “reapertura progresiva” el gobierno prepara los protocolos específicos, para el transporte y los espacios de trabajo, y para reforzar la detección en barrios vulnerables, buscando focalizar la contención de la pandemia para permitir las flexibilizaciones, con una zonificación por provincias. Por otro lado, se ve un eje de presión en las grandes corporaciones reunidas en la AEA presionando por una mayor apertura de la cuarentena. En estas circunstancias, se produce una redefinición de la relación elites y Estado, donde paradójicamente las elites que al mismo tiempo requieren ayuda del Estado, lo critican y señalan el avance peligroso de lo público sobre lo privado y las libertades individuales. Donde la frustrada ‘marcha de los barbijos’ es un buen ejemplo de las constantes iniciativas de los sectores neoliberales para terminar con la cuarentena, a la cual consideran como “un invento del populismo para ir tomando en sus manos el control total de la economía, donde la recuperación del Estado presente y activo es temida por las elites y, por lo tanto, atacado. Y, sin embargo, la singularidad de la crisis no hace más que convocar a su expansión y regulación, de lo contrario la sociedad dejaría de existir. Estamos ante un nuevo Estado social de emergencia que en la pos-pandemia difícilmente desaparecerá[3].

En búsqueda de un equilibrio, se podría decir que en realidad la política se pone a prueba, no como búsqueda del poder y su reproducción sin dimensión ética; sino como deber, el conocimiento y arte de gobernar en función del bien público, en donde no hay decisiones perfectas o que no supongan costos, maxime cuando todo se hace bajo condiciones de alta incertidumbre. Sin embargo, también existe un peligro de desplazamiento del liderazgo político a los administradores de políticas públicas. Este corrimiento hacia la burocracia entraña el riesgo de no considerar espacios de un planeamiento y pensamiento estratégico que pueda anticipar los conflictos y escenarios posibles, y poder articular burocracias segmentadas, unir lo estratégico con la emergencia, salir del coyunturalismo y plantear los tiempos de lo estratégico.

  1. Deuda: entre una reestructuración sustentable o volver al eterno retorno                                                                                        

“Se solicita a los acreedores de Argentina que acepten una propuesta que reduciría su flujo de ingresos pero que la haría sostenible. Una resolución responsable sentaría un precedente positivo, no solo para Argentina, sino para el sistema financiero internacional en su conjunto.”

Joseph Stiglitz, Edmund Phelps, Carmen Reinhart Jeffrey Sachs, Dani Rodik, Thomas Piketty, Mariana Mazzucato

Reestructurar la deuda pública de acuerdo con las demandas de los acreedores nos lleva nuevamente a una sociedad que vuelve a endeudarse y ajustar una y otra vez. Lo cierto es que la Argentina ha tenido una fase pendular acentuada en las últimas décadas, que llevaban en las etapas de gobiernos populares y progresistas a la expansión, y luego a la restricción de divisas. Y posteriormente, en los gobiernos neoliberales, a los ajustes, a la falta de legitimidad y al endeudamiento. La batalla que se está jugando en estos días es una reestructuración de la deuda por 84.000 mil millones de dólares. Se juega con relaciones de fuerza tanto a nivel local como internacional. Donde ambos actores –Estado y bonistas– tienen una restricción que antes no existía para maximizar sus apuestas: que el default no es sólo peligroso para el país, sino también ahora para los acreedores. Estos tampoco tienen seguridad sobre dónde termina la crisis mundial actual, y si por pelear por lo máximo del valor de los bonos, capital y plazos, termine haciéndole perder el valor de los bonos para sus accionistas. El manejo flexible también es de parte del gobierno nacional: “Somos flexibles en términos de combinación de parámetros. La esencia es la sostenibilidad”[4]. Como señala Jeffrey D. Sachs: “Si se maneja con cuidado, los pagos del servicio de la duda de este año pueden y deben recapitalizarse a bajas tasas de interés para evitar una acumulación financiera. De lo contrario, 2020 marcará un nuevo y devastador capítulo de la crisis mundial.”[5]

Se trata para el gobierno de lograr el objetivo estratégico de la sustentabilidad, de la reestructuración, y de maximizar los apoyos políticos tanto locales como internacionales. Es una tensión y un conflicto tanto con los fondos de inversión, como con las elites locales.[6] A los grupos corporativos locales no les interesa significativamente el problema de la pandemia –como señala Horacio Rovelli–, “les interesa exclusivamente que la Administración Nacional no incurra en default, porque si no va a descender aún más el precio de las empresas locales que cotizan en los mercados internacionales (IRSA, Pampa Energía, Tenaris y Ternium de Techint, CRESUD, Telecom, Transportadora Gas del Sur, Central Puerto, Banco Galicia, Banco Macro, etcétera), todas ellas valen hoy la mitad o menos que la cotización de diciembre de 2015”.[7]

Si hay un resultado positivo para la Argentina en esta reestructuración de la deuda, este se deberá en mucho a la capacidad para generar alianzas no sólo locales nacionales, sociales y políticas y aún con parte de la oposición, sino particularmente internacionales. Partiendo en lo local, del apoyo de gobernadores, gremios, empresarios, y en lo internacional de líderes espirituales como el Papa Francisco I, que influyó en la nueva directora del FMI para que esta institución adoptara una posición más favorable para la Argentina. La gira del Presidente de AF para buscar sostén a la posición argentina en los gobiernos de la Unión Europea que tienen peso en los organismos internacionales. Y, finalmente, también lograr el apoyo de una academia internacional influyente en lo económico financiero.

Por eso, “la pulseada” es fuerte no sólo con los actores del exterior y los bonistas, sino con las elites locales. Reestructurar con sustentabilidad y equidad, y no bajo la presión de estas fuerzas de financierización y grandes corporaciones locales, que es también comunicacional. Pero sabiendo qué es lo que le conviene al país, y que el default es una amenaza tanto para los bonistas-elites como para el gobierno, y que puede terminar siendo una mala decisión aceptar contrapropuestas de los bonistas con correcciones a la propuesta inicial que puedan afectar la sustentabilidad. Lo cierto es que la reestructuración exitosa para el país sería muy importante, para poder enfocarse en resolver las necesidades de la crisis por el Coronavirus, pero también para empezar a proyectar un sendero de mediano y largo plazo pos-pandemia. El mundo ya es otro. O, mejor dicho, está siendo otro.

  1. Pos-pandemia: entre un modelo económico y social regresivo o una reactivación y recuperación del desarrollo           

    “El mundo ya no será igual. A pesar de la incertidumbre  tenemos una certeza: sabemos que ha fracasado un modelo basado en la especulación.”

                                                  Alberto Fernández

                          

El día después. Lo cierto es que la pos-pandemia se anhela y se teme a la vez. Se anhela volver a la normalidad, pero a la vez se presume que nada será igual. Y en ese cambio inevitable, próximo en realidad, se abre al enfrentarse en principio con una recesión profunda no sólo local sino global. Pero al mismo tiempo con un cuestionamiento amplio del modelo de especulación que hace posible el inicio de un nuevo camino de recuperación económica productiva, de un futuro deseable.

a) La política y la asunción del conflicto. Por un lado, está la cuestión de generar espacios institucionales para la redefinición de intereses, acuerdos y otras instituciones de evaluación de los acuerdos que proporcionen pensamiento estratégico. Pero, por otro lado, está el conflicto que todos los procesos de desarrollo en nuestro país han tenido (Laguado, Sotelo, 2019) y la necesidad de tomar medidas que afecten directamente al núcleo de poder de la elite. ¿Cómo reconstruir la producción, la capacidad de consumo en la pos-pandemia en un escenario conflictivo que permanece? Asumir que el conflicto es inherente a la política, implica generar una institucionalidad para canalizarlo en la búsqueda de la ampliación del consenso y una concepción de desarrollo que sea productiva, inclusiva, con valor agregado y sustentable económica, social y ambientalmente a mediano y largo plazo.

b) Reactivar la inversión pública. Si se logran tres o cuatro años de gracia de no pago de la deuda se generan posibilidades de inversión pública en infraestructura, vial, energética, sanitaria, fortalecer industrias dinámicas, PyMEs, activar el consumo.

c) Generar divisas y exportar con valor agregado en una oferta amplia de producción con calidad competitiva. La necesidad de generar divisas como impulso a la reindustrialización de una extracción regulada, desconcentrada y que beneficie los espacios regionales y sus poblaciones, ganar en arraigo y en atractividad de las regiones.

d) Generar bancos de desarrollo articulados y fondear nuevas empresas del tipo público-privadas, en salud, vivienda, alimentación, naval, biotecnología, agroexportadoras las cadenas de valor. En ese sentido, puede ser muy útil la labor articuladora del Anses y el Fondo de Reconversión, del Bice, de la AFIP y de los bancos nacionales, en una perspectiva estratégica común.

e) Encarar una fiscalidad progresiva y de regulación de la elusión y fuga. Parte del problema del endeudamiento generado por las elites puede tener aquí, una repuesta de equidad sobre la pregunta de ¿quién paga la deuda? Deberían pagar principalmente los que la han contraído. De allí la importancia de una imposición progresiva. Porque el problema local sigue residiendo en la fuerte concentración de la tierra, de los acopiadores y de los comercializadores y la posibilidad que tienen para sub-facturar exportaciones y fugar capitales, que explica que esas mayores ventas no incrementen las reservas internacionales del BCRA y no se convierten en pesos, mientras paralelamente subsisten canales de salida de capitales que deberían prohibirse totalmente, al menos durante la pandemia, como son los mecanismos del ‘contado con Liqui’ y el dólar MEP o Bolsa[8].

f) Desarrollo científico y tecnológico y articulación con el sector productivo. A fortalecer lo productivo existente y generar valor agregado apoyados en agencias científico-tecnológicas. Que los bancos presten a la producción a tasas lógicas[9]. Lograr soberanía, tanto científica, sanitaria, como alimenticia. La ciencia le brinda al país la posibilidad de trabajar sobre los grandes conflictos mundiales a partir de respuestas locales. En distintas áreas para generar nuevas empresas público-privadas del tipo Invap, de alimentación, sanidad, hábitat, agroalimentos, agricultura familiar, naval, pesca, aeroespacial, biotecnología, etcétera.

g) Ir hacia una sociedad asalariada de la diversidad. Es probable que no se pueda retornar a la sociedad asalariada teorizada por Castells, del pleno empleo formal industrial, de los gloriosos treinta años. O en todo caso, repensar el empleo, el ingreso y lo asalariado de otra forma. El salario universal por medio de una ampliación de los salarios a sectores de la economía popular, de los que generan valor y que el capitalismo tradicional no se los adjudicaba, sino que, en todo caso, aplicaba políticas de contención y subsidios. Salarios formales a la sociedad del cuidado, a las remuneraciones por las reparaciones y ampliaciones del hábitat, de lo que hoy en la informalidad agrega valor, pero no es recocido. A los problemas de hábitat en los barrios de sectores populares, percibiendo una remuneración por tareas de reparación, completamiento o ampliación de sus propias viviendas[10].

En ese sentido, el Papa Francisco pidió públicamente la implementación urgente de un ingreso universal en una divulgación masiva para que se salga a reconstruir la sociedad, la familia, la vida. De la misma forma, el ingreso universal había sido la propuesta central del informe de la Comisión Mundial convocada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), publicada el 22 de febrero del 2019. El informe, “luego de un extenso análisis de la situación de los trabajadores, amenazados por un desempleo estructural irreversible de continuar con la misma lógica productiva neoliberal, dice que la única salida es implementar una garantía básica para todos los habitantes de este planeta que asegure techo, alimentación, educación y capacitación, como así también fondos para garantizar la organización de los trabajadores”.

Conclusiones

En el 2020, hemos entramos en una coyuntura límite riesgosa no sólo para nosotros, en un desfiladero estrecho donde las decisiones que se tomen tendrán impacto por largo tiempo. La política y las distintas sociedades enfrentan horizontes problemáticos de declinación económica, desempleo, proteccionismos y amenazas a la democracia y valores largamente postulados por la humanidad en sus distintos avances, por populismos de derecha. Pero, a la vez, al surgimiento de un nuevo humanismo global que empieza a reemplazar el sentido común configurado por el neoliberalismo durante los últimos 40 años. Valorar el Estado presente o de bienestar, cuestionar las desigualdades, una fiscalidad progresiva y medidas sobre la concentración en un reducido grupo de personas de la mayoría de la riqueza de la humanidad. El ser más respetuosos con la naturaleza, el surgimiento de los valores del movimiento de mujeres, de la economía popular, de la sociedad del cuidado, y replantear algunos estilos de vida consumistas e individualistas de un posmodernismo articulado a la globalización neoliberal[11].

Es por eso que, en este horizonte de incertidumbre y complejidad global, gobierno y sociedad, no es poca cosa salir de la pandemia, reestructurar sustentablemente la deuda, y comenzar a revertir la recesión para así encarar un horizonte de nuevo desarrollo. Esto presupone valorizar la política frente a la anti-política, la esperanza de los pueblos frente al temor que introducen las elites. En ese sentido, estas luchas constituyen la epopeya iniciada por la sociedad argentina en el inicio de este año.

De alguna forma, el 2020 será considerado en el futuro como el año en que vivimos en peligro, pero también como el año en que el país inició una epopeya singular que supo enfrentar con la política, los movimientos sociales, la ciencia y tecnología el abismo de muerte propuesto por el virus; el legado del endeudamiento insustentable generado por el anterior gobierno y la avidez y rapacidad tradicional de las elites, para generar un rumbo con futuro deseable para todos y todas.

[1] Niklas Luhmann (1992) Sistemas sociales: Lineamientos para una teoría general.

[2] “El Estado que se supone subordinado para reproducir el orden económico dominante, decide suspender la reproducción ampliada del capital colocando por encima la salud”. El Estado, así como una demanda de protección colectiva. García Linera, UBA, 05-08-20.

[3] Ricardo Foster, Más allá del neoliberalismo. El estado social pospandemia. No hace falta citar a Foucault para comprender que una pandemia como la que estamos sufriendo guarda dentro suyo una radical transformación de usos y costumbres que redefinirán los modos de ser de la sociabilidad, de la circulación del poder y de las prácticas emergentes. Lo que en todo caso está anticipando con preocupación García Linera es la apropiación, por parte del sistema, de esas tecnologías algorítmicas capaces de ampliar los mecanismos de vigilancia –y punición– hasta niveles nunca antes alcanzados. Pero también, junto con esa mirada crítica, aparece, en su visión, la fuerza del común para encontrar caminos alternativos y en condición de antagonizar con el poder real.

[4] Declaraciones del Ministro de Economía, Martín Guzmán. Mayo de 2020.

[5] “La Argentina y cómo evitar la catástrofe financiera mundial”. Publicado por Jeffrey Sachs en Project Syndicate, el 7 de mayo de 2020.

[6] Carlos Heller: “No distorsionar la realidad”, Tiempo Argentino, 10-05-20. Nuevamente Alfonso Prat-Gay es el vocero de esta posición: “Si no resuelven este tema de la deuda (el gobierno) es porque no quieren resolverlo”. Y “Si vamos a un default es un fracaso del que no supo negociar”. Lo mismo AEA pidiendo una vuelta ordenada al trabajo y a la producción, y que es fundamental evitar el default muestra que ambas posturas reflejan un mismo pensamiento: subordinar los intereses de la Nación a los de los grandes grupos económicos.

[7] La Argentina post-pandemia. Publicado por Horacio Rovelli en “El Tucumano”, 10-05-2020.

[8] Horacio Rovelli, “Cuando pase la pandemia”, El Cohete a la Luna, 10-05-20.

[9] Ejemplo la Argentina ingresó al exclusivo club de 8 países capaces de producir test serológicos para detectar el Coronavirus.

[10] Dice Agustín Pascual Sanz, en Prohabitat siglo XXI, “A diferencia de otras iniciativas de mejoramiento habitacional, se puede proponer que las familias recompongan a la brevedad sus ingresos, percibiendo una remuneración por tareas de reparación, completamiento o ampliación de sus propias viviendas o de equipamientos barriales o infraestructuras, minimizando la necesidad de salir de sus casas o su barrio. Se busca de esta manera, generar un doble impacto inmediato sobre los aspectos críticos que hacen a la sustentabilidad actual de los hogares que se encuentran en la base de la pirámide: garantizar ingresos familiares y mejorar la calidad habitacional, ambiental y sanitaria de sus viviendas y del barrio, implementando proyectos territoriales mediante el uso del principal capital de las familias, su fuerza de trabajo y la entrega de vouchers para la compra de “kits” de materiales.”

[11] DiEM25 y el Instituto Sanders decidieron así unir fuerzas ante “el avance del autoritarismo”. Los impulsores de la Internacional Progresista afirman que la crisis sanitaria provocada por el Coronavirus y la subsiguiente crisis económica hacen obligatorio que las fuerzas progresistas del mundo se unan para defender y sostener un Estado de bienestar, los derechos laborales y la cooperación entre países, además de consolidar un mundo más democrático, igualitario, ecologista, pacífico y en el que prime la economía colaborativa.